Cuando el hombre era el género dominante la mujer era vista no sólo como inferior, era más bien inexistente, tanto así era su desdicha que si llegaba a alzar la voz por su propio bienestar podía ser maltratada físicamente. La explicación o la justificación del maltrato no era otra que el egoísmo: El hombre no era capaz de ceder su comodidad en beneficio de la servidumbre que lo acompañaba; parir y servir debía ser el destino de la mujer para que el mundo no se acabara.
Los años pasaron y la voz de la mujer fue tomando fuerza, fue logrando la anhelada igualdad. Pero al día de hoy - si bien faltan algunas cosas - parece que nada es suficiente. Hoy la mujer ya puede votar, estudiar, trabajar y tiene libertad plena sobre su vida sexual. Sin embargo siguen sintiéndose maltratadas, su conducta tiende a ser tan cuestionable - o derechamente despreciable como lo fue la de los hombres y si se les llega a criticar se puede ver su egoísmo defendiendo un actuar más que sólo cuestionable. La mujer ganó su libertad pero perdió la virtud de la inocencia que la hacía moralmente superior al hombre.
Pero estos ejemplos son pequeños y casi insignificantes comparados con los egoísmos más extendidos y aceptados.
Cuando se trata del bien común lo particular se interpone como una falsa norma. Un ejemplo de esto es lo que pasa con la restricción vehicular. Los conductores afectados salen en masa antes de la hora de vigencia para evitar una multa siendo que la idea es no utilizar el automóvil para evitar contaminar, logrando contaminar casi lo mismo, sólo que antes. Otra vez se privilegia el bien particular por sobre el bien común, la comodidad propia por sobre la salud de todos.
Los alimentos se encarecieron a principios de 2000 por la creación del bioetanol, una muestra de que es más importante que unos pocos puedan viajar en auto a que los alimentos sean más asequibles.
La infidelidad merma al ser humano moralmente, empobrece a la sociedad, todo en el beneficio del placer individual.
La política se ha vuelto descarada en el favorecimiento a sus colaboradores y todo para poder tener sus propios desmesurados ingresos.
Y qué decir de los vendedores de droga: les importa un rábano que la juventud se corrompa o que las familias se destruyan mientras ellos obtengan esas cantidades obscenas de dinero.
Y en la vida diaria hemos convertido cada oportunidad en un derecho, cuando hay un beneficio material al alcance no nos detenemos a pensar si lo merecemos o si alguien lo merece más que nosotros, y si lo hacemos lo hacemos muy cínicamente encontrando justificaciones ramplonas para no renunciar a bienes o beneficios que tal vez ni siquiera necesitamos. Esta sociedad se convirtió en un adicto obsesivo por el fin en desprecio de los medios. Se cambió la ambición por la codicia. Por ejemplo: una carrera profesional es una forma de ganar estatus y enriquecimiento y no un modo de vida, y obtener un título profesional se vuelve un fin siendo que el verdadero significado de éste es que se ha acopiado conocimiento suficiente para desarrollar una actividad económica; es un resultado.
Al escuchar argumentos como estos la gente tiende a incomodarse y se refugian en frases como "es que todos lo hacen", "si no lo hago yo lo va a hacer otro", dejándole la decisión a un número y no a una razón. Tal vez no se dan cuenta que "el colectivo" es la suma de muchos "particulares" y por eso es que el cambio propio es necesario, por eso es que "el cambio comienza contigo" no es un cliché, es una verdad, densa y maravillosa.
Falta ser decididos, querernos y querer al prójimo.