No han sido muchas las veces en que me ha tocado discutir este tema, pero hay dos puntos que llaman mi atención.
El primero de ellos es la forma. Ya sea en público o en privado, la libertad de expresión se debe ver afectada por las reglas de etiqueta. Esto se podría resumir en la expresión "lo cortés no quita lo valiente". Y esto es bastante sencillo de explicar; basta con preguntarnos cómo nos gustaría que nos dijeran algo malo aunque sea con un tono fuerte. ¿"oye, imbécil, deja de decir tonteras antes que te raje el hocico de una patada" o "viejo, estás equivocado"?
Esto más parece un problema de "clase", pero creo que, por los jóvenes, debemos hacer hincapié en mantener vivas las buenas costumbres.
El segundo punto importante es más delicado, y comienza con una historia reciente.
Hace poco, un lolito escuchó una conversación. No la escuchó de casualidad, estaban conversando cierto tema en frente de él, como si fuera un mueble, lo hablaban sin mayor cuidado y creo que cualquiera que presencia una conversación desenfadada puede perfectamente asumir que la información que está recibiendo no es reservada, salvo, claro, que expresamente se le pida su discreción.
Unos días después el padre de este lolito tuvo una discusión con las personas antes mencionadas y en la discusión se descubrió que el padre del niño manejaba información que sólo podría haber sabido a través del niño dado el momento que presenció.
Quien me lo contó (un tercero cercano o quinto si es que llevan bien la cuenta) me hizo dos comentarios que llamaron fuertemente la atención: Uno fue "hablaron cosas delante de él, pero uno no tiene por qué estarse reprimiendo" y el otro fue en resumidas cuentas que el del gran error lo había cometido el niño y nadie más.
Primero: La juventud tiene derecho a equivocarse.
Segundo: En lo personal no estoy de acuerdo en eso de no tener por qué reprimirse. Y es que hay un proverbio árabe muy sabio que dice: "Si no tienes nada bueno que decir mejor cierra la boca".
A veces privilegiamos el hecho de querer expresarnos pero es bien poco lo que cuesta pensar por unos minutos y darse cuenta de quién puede salir dañado con eso. No podemos decir todo lo que se nos ocurra y esperar que los demás tengan la culpa de su divulgación. A esto le llamo simplemente "descaro".
Los nombres se han omitido para defenderme de los cobardes.